Emilia Pérez es una “amalgama cargada de racismo, transfobia y exotismo antilatino… refuerza la narrativa colonial y patologízante no sólo de la transición de género, sino también de la cultura mexicana”, así es como la define el filósofo Paul B. Preciado, y no podríamos estar más que de acuerdo. 

Después de mucho desfase, esta cinta del director francés Jacques Audiard llegó a las salas de cine en México; tenemos que reconocer que como estrategia mercadológica fue un movimiento maestro, retrasar el estreno de esta historia, por demás controversial, en nuestro país hasta ya iniciada la temporada de premios, para que el “Backlash” no afectara a sus nominaciones; además de seguir generando ruido para que se mantenga en el “top of mind” de la audiencia y se transforme en números de taquilla, esto aún veremos si se cumple.

Más allá de que se convierta o no en un éxito de recaudación, tenemos que reconocer que es el largometraje que más polarización ha generado entre México los últimos años, y no es para menos, entre los debates por los acentos de las protagonistas o el aparente desdén con el que habla el director sobre el tema de México, la realidad es que esta película tiene un discurso exotista y frívolo sobre nuestro país.

Pero a todo esto ¿De qué va “Emilia Pérez”? es un narco musical que cuenta la historia de Rita Mora Castro, interpretada por la estadounidense Zoe Saldaña, una abogada que recibe una oferta de trabajo, en forma de secuestro, por Juan “Manitas” del Monte, jefe de un famoso cartel. “Manitas” le confiesa a Rita que quiere hacer una transición de género porque siempre ha sentido que es mujer y le encarga encontrar cirujanos fuera de México y Estados Unidos que lo ayuden. “Manitas” muere, literalmente, y renace como Emilia Pérez. La actriz española Karla Sofía Gascón se encarga de dar vida a estos dos personajes

La trama anterior está acompañada de delirantes números musicales, a los cuales sí les debemos de reconocer su creatividad y audacia, tienen la intención de cautivarte con ritmos discordantes y letras irreverentes, pero de buenas intenciones está lleno el camino al infierno; las letras no hacen sentido alguno, en ocasiones son únicamente diálogos “cantados”, y los elementos visuales no se sienten auténticos, parecen un decorado exótico sobre México. 

La situación realmente indignante es el discurso de la película, retomando a Paul B. Preciado, está llena de clichés coloniales y binarios de fácil consumo. Además de ser un guion inverosímil y superficial, es impresionante como el propio personaje de “Emilia Pérez” encarna los estereotipos y prejuicios de la transición de género, y aquí la mujer trans es, representada como una impostora que merece el máximo castigo político. El desenlace inevitable de “la película es un ritual político-visual de asesinato de mujer trans, es decir, del impostor patriarcal a manos del patriarcado mismo” (B. Preciado).

También la manera tan insensible y desapegada de la realidad con la que aborda el tema de los desaparecidos por el narcotráfico es indignante, una forma perversa de explotar una tragedia actual dónde han desaparecido más de 100 mil personas; una historia burda donde un narco es responsable de la muerte de cientos de personas obtiene su redención al momento de su transición y se convierte en una valiente activista. “Audiard instrumentaliza una representación fóbica de los hombres mexicanos y de las mujeres trans, haciendo de los primeros brutales asesinos, y de las segundas, impostoras que buscan deshacerse de la culpa de sus crímenes convirtiéndose en mujeres y pagando por ello(B. Preciado).

Lo que puede sostener este delirio Kitch de hora y media son las actuaciones solidas de Zoe Saldaña y Karla Sofía Gascón; sobre Selena Gomez solo podemos decir que, nos ha demostrado que es buena actriz, pero en otras producciones.

A pesar de este “malabarismo narrativo imperdonable” (Jorge Volpi), la película ha cosechado muchos premios y muy a nuestro pesar seguirá coleccionando estatuillas; pero no es por ningún logro de producción o innovación cinematográfica, el éxito responde a que mucha audiencia que se autodenomina “progresista” prefiere ver estas historias “transgresoras” que en realidad siguen paradas en la ideología del colonialismo y binarismo predominante, superficial y conveniente. Una postura cómoda para gritar socialmente que están “avanzando”, aún que en el fondo mantienen sus mismos constructos ideológicos.

Después de este desahogo por el mal rato que pasamos, cuéntennos ¿Qué piensan? ¿A ustedes les gustó? ¿Ganará el Oscar a Mejor Película?

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Por: Daniel Ureña